Que alguien me explique por qué es tan difícil hacer amigos a tus 20´s!!!!
¿Seré yo o genuinamente sí es difícil?
Podría decir que desde mis veintitantos he vivido una tragicomedia emocional en lo que respecta a las amistades. Por momentos me he sentido incomprendida, confundida y desilusionada. No solo por el hecho de que hacer nuevos amigos parece cada vez más una misión imposible, sino también porque me pongo a dudar de las amistades que ya tenía y hasta de las que siguen ahí ¿por qué sobrepienso tanto las cosaaaaaas? (sí, muchas veces me pregunto esto a mí misma).
Retrocediendo algunos años, cuando estaba en la secundaria/prepa, yo era de esas morras que invitaba a 20 o 25 amigas en su cumpleaños sin pestañear, y que disfrutaba recibir muchas felicitaciones. Claro, en ese entonces eso me hacía sentir validada, querida e importante. Y tiene sentido, ¿no? La adolescencia es la etapa por excelencia del "mírame, apruébame, dame like en la vida real".
Y ojo, no estoy diciendo que esas 25 amigas no fueran mis amigas, porque sí lo eran; pero con el tiempo, uno va evolucionando y se da cuenta de que las amistades vienen en distintos “tipos” y “niveles”. Así que, procedo a clasificarlas con el rigor de alguien que ha tenido ya demasiadas crisis al respecto:
Conocidos: esas personas misteriosas que han aparecido en tu vida por obra y gracia de un amigo en común, una fiesta donde no conocías a nadie o una reunión donde solo fuiste por la comida. Sabes su nombre, conoces uno que otro dato de su vida, pero sinceramente, no te los imaginarías tomándose un café contigo a solas… sería rarísimo. Y sí, también cuentan esos followers que tienes en Instagram: que ni te acuerdas por qué los sigues, ni por qué te siguen, pero ahí están, viendo tus stories como si fueran parte de tu círculo íntimo. Spoiler: no lo son.
Amigos casuales: a diferencia del club de los conocidos, los amigos casuales ya son otra historia. Son esas personas con las que convives más seguido porque comparten un espacio o ritual contigo: la chamba, el gym, la clase de la universidad… ya sabes. Justo por eso los conoces un poquito más: sabes cómo les gusta el café, qué les estresa del jefe, o que siempre llegan tarde al spinning. Peeero, ojo, la amistad está más basada en la actividad compartida que en una conexión emocional profunda. O sea, si se acabó el semestre y ya no tienes esa clase, probablemente desaparecerán de tu vida (o no, a menos de que hayas hecho una conexión bien chingona).
Amigos cercanos: ahora sí, vienen los buenos. A diferencia de los otros niveles de amistad (los de “solo nos hablamos cuando alguien cumple años”), estos son los elegidos. Con ellos puedes hablar de absolutamente todo: desde tus traumas de la infancia, hasta del cambio climático, religión o lo difíciles que vienen las generaciones hoy en día. Muy probablemente te han visto en diferentes facetas de tu vida: en la peda, cuando cortaste con tu novio, cuando dejaste tu chamba, etc., etc., etc… La conexión con ellos es otra cosa. Es de esas donde no necesitas traducir lo que sientes, porque ya lo entienden. Donde tus valores, tus formas raras de ver el mundo y tus crisis existenciales hacen click con las suyas.
Amigos por nostalgia: son esos personajes del pasado que aparecen de vez en cuando como las canciones de RBD. Estuvieron contigo en los momentos más caóticos de tu vida: cuando usabas brackets o cuando tenías tu carrete lleno de fotos de tu crush (que jamás conociste en persona, claro). Con el tiempo, cada quien tomó su camino. Ya no comparten playlist, ni memes, ni visión del mundo, pero el cariño sigue ahí. Se escriben unas cuantas veces al año por los cumpleaños o fechas importantes. No hay drama, no hay intensidad, solo una vibra cálida de “te recuerdo con cariño, aunque ya no sepamos nada el uno del otro”. Y eso, la verdad, también vale mucho.
Y bueno, tal vez podría seguir sacando categorías como los amigos por la familia (que los conoces desde que andaban corriendo en pañales por el jardín. Nunca eligieron ser amigos, simplemente “les tocó”) o los amigos por temporada (que florecen rapidísimo por una situación específica, como un intercambio o voluntariado, y que, en ese contexto, se sienten como almas gemelas).
En fin, a lo que quiero llegar es que las amistades vienen y van a lo largo de toda tu vida. Unas estarán por momentos más efímeros (y no por eso dejan de ser valiosas y bonitas), mientras que otras te acompañarán por temporadas larguísimas o incluso por gran parte de tu existencia. Mi abuelo, con 81 años, sigue cultivando su amistad con Ramón, que conoció a sus 6 años porque eran vecinos y que, dato curioso, estrenó el traje de bodas de mi abuelo antes que él mismo. Sí, hay personas como mi abuelo, que son afortunadas de tener amistades para toda la vida.
Y bueno, ¿por qué es tan difícil hacer amistades a tus 20´s? O por lo menos, ¿por qué ha sido tan difícil para mí? Después de años (literal), de dejar atrás muchas amistades, de llorar, de reconciliarme, de sentir que me quedaba sola… he aprendido una que otra cosilla.
Creo que las relaciones humanas son complejas. Cada persona es un mundo; todos cargamos con un bagaje de cosas que el otro no va a experimentar o entender de la misma forma que yo: trabajo, familia, pareja, responsabilidades, valores, etc. Sin embargo, también creo que no debería ser taaaaan complicado convivir con una persona que carga en su mochila cosas diferentes a la mía. De hecho, creo que eso es lo fregón. Nadie nunca será una réplica de lo que yo soy, y ahí está lo valioso de compartirte con el otro, de enriquecerte del que piensa, creció y vive diferente a ti.
Por mucho tiempo creí que en mi vida sólo quería tener y cultivar a amigos cercanos, de esos que neta son una joya en tu vida y que, su mochila se parecía mucho a la mía. No me importaban todos los demás. Si creía que con alguien no podía estar a solas en un café porque sería incómodo, o que con alguna persona no podía compartir cosas profundas de la vida, fácil: ¡adiós de mi vida!.
Pues, la verdad, no fue tan fácil. En ese camino, descuidé o tal cual dejé a amigos chingones por pensar que no eran lo suficientemente “reales”. Y sí, me di cuenta de esto demasiado tarde. Está bien que no todo tu círculo de amigos tengan que ser los híper mega cercanos a los que les puedes platicar absolutamente todo o con los que puedes llegar a tener conversaciones chingonsísimas y profundas. A veces también es sano chismear, hablar de tonterías y cagarte de risa solo porque sí. No siempre, ni con todos, vas a tener clicks mega profundos.
Y ojo: como adultos, sí creo que nos vamos haciendo más selectivos y el círculo de amigos se va reduciendo. Y también creo que los amigos realmente cercanos son joyas que tenemos que cuidar como nuestra plantita más valiosa y querida de nuestro cuarto. Pero con esto quiero decir que, si esos amigos cercanos son sólo 3, pero que tienes otros 10 con los que puedes pasar momentos bien chidos y divertidos, ¡¡¡está bien!!!
Total, hacer amigos en tus veintitantos puede sentirse como tratar de encajar un rompecabezas con piezas que van cambiando de forma, pero quizá la clave está en aceptar que no todas tienen el mismo propósito: unas nos enseñan, otras nos retan, algunas nos hacen reír hasta doler la panza, y las más fieles nos acompañan hasta arrugar el traje de bodas. Así que dale chance a cada tipo de amistad: riega tu “plantita” de amigos cercanos con cuidado, pero no olvides regar también esas suculentas de risas casuales o los cactus de nostalgia; también hacen ver a nuestro cuarto más diverso y lindo.
Me encanto tu concepto de amigos de nostalgia. Siento que son los mas dificiles de descifrar que es que realmente siente uno hacia ellos.
“Fuiste importante para mi vida y te aprecio por el pasado” se siente muy vacío. Tal vez haya algo más